Y no lo digo por decir: me noto muy bien. No sólo porque cada vez me cuesta menos adecuarme a estas pautas disociadas (aunque siga segregando saliva cada vez que veo postres chocolateros, o aliolis olvidados sobre la mesa, hamburguesas que… en fin, paro, que parezco el puto perro de Paulov).
El que todavía no me haya pesado desde el lunes, en realidad no me preocupa tanto… Estoy bien, me encuentro más ligero, con más energía, y mis digestiones son mucho más llevaderas. Tanto que no tomo las siestas de antes, ni tampoco me las pide el cuerpo. ¿Magia?
Continue reading